Hoy quisiera decirte tantas cosas de mi intimo amor,
pero todo se reduce en un eterno y reiterado, te quiero.
Muchos más debes saber de mi profundo sentimiento,
para que mi embeleso hacia ti no se convierta en dolor,
ahora que me escuches, solamente un momento te sugiero.
Apacible noviecita no puedo apartarte de mi pensamiento.
Conservas alma de dulce niña, tan celestial y candorosa,
sin embargo al instante de amar actúas como toda una mujer,
tus expresiones son puros, siempre en total comunión,
sabes amar y te entregas en un afecto con grata sorpresa.
Cual constelación de estrellas me eclipsas en tierno querer,
cautivas con énfasis de sinfonía beatífica en pureza y pasión.
Niña espléndida, tus atractivos florecen como una rosa,
hoy, mañana y siempre, debo decirte que ocupas mi mente
tus palabras han abrazado mi alma en las noches de soledad.
Eres variable como el tiempo, como el mar apacible y misteriosa,
con gracia conquistas; como una ninfa a su príncipe pretendiente.
Inventaste un mundo de ilusión donde todo se hizo realidad.
Hada encantadora, ser precioso y celestial, acogida en mi corazón
poema divino de arcángeles, aparecerá en tu sacra alcoba,
mientras yo te dedico canción de amor que nace de mi pecho,
evoco tus bellezas y te dedico mil afectos con toda razón,
pues equivocaré el camino, pero contigo siempre habrá proba
de la real felicidad, en tu amable compañía es; amar y amor hecho.
Autor: Alcibíades Noceda Medina