El postergado saludo se alza entre nosotros
Pero no lo vemos porque las sales del mal,
pérfidas y putrefactas, se alimentan con el miedo
que se aloja en nuestro rostro, que ayer fue pura risa,
o puro fenecer.
Libres de pecado nos creemos.
Falsa armonía del destino silencioso,
que espera agazapado detrás de un suspiro,
mientras el hacha y la espada , afiladas por el viento
nos conquistan.
Y no hay mapa para el cuerpo agonizante
Que se retuerce y pide la redención a gritos,
Justo cuando dios juega a las cartas
Y para saciar su vicio, pone todo en la mesa
y pierde la apuesta.
Queda siempre la búsqueda esperanzada de la nada
Que nos entregará, cuando veamos al fin sus dedos de furia,
Una carcajada y una lágrima que no se secará nunca,
Quizás, las únicas verdades que trascienden a todo acto.