En las yemas de mis dedos
dotados de suave magia,
se concentra una cascada
exquisita, aterciopelada,
de caricias para tí.
En las yemas de mis dedos
recorriendo tu figura,
se derrama mi ternura,
atestiguando la tersura
inmaculada de tu piel.
Recorro con mis caricias
tu perfecta geografía,
celestial anatomía
que pone a mi sangre a hervir
ante tus múltiples delicias.
En el calor de mis labios,
en su tenue y fino tacto,
se concentra un manantial
de dulzura celestial
para darte el beso exacto.
Son mis labios instrumento
de magistral precisión
para robarte el aliento
y entregarte un sentimiento
de completa adoración.
Cada beso enamorado,
tembloroso de pasión,
es un ósculo sagrado;
nadie antes te ha besado
el alma y el corazón.-
Eduardo Ritter Bonilla.
27 de Junio del 2009.