Las mujeres, las uvas y el momento,
de encontrar en el jugo emocionante,
un impacto, un hechizo, un duende andante.
Tantos mitos llevamos en la arcilla.
Que disipe el enorme glacial abierto.
Mujeres y manzanas; un invento.
De la tierra, del sol y el palpitante.
Exprimido que aloja, exuberante.
El voto de un frutal largo pensamiento.
Los sagrados de Dios son un regalo,
para el hombre, su sueño y sus albores;
Y es la mujer la copa y el consuelo,
El elixir cabal del intervalo,
la que sostiene en todos los dolores.
Porque es cabaña, sembradío y cielo.
De los versos quise ser un soneto.
Pero cuando un poeta habla de mujeres,
Y su musa lo domina a seguir los versos.
El viento no es viento.
Es calma, cuando un poeta es tormento,
Siento el vano dolor vivo, de mi alma,
maldito porvenir, sin tu mirada.
Sin oír tu voz sin ser amado.
Y busqué un refugio, en esa lágrima,
que por mí, derramaste tú sin lástima.
Con amor como avaro la despedida,
De mi manos caídas, el pájaro en huida
se escapa, a volar tras otra rama.
Como calmar la falta de tus besos;
y encontrar el placer, en otros brazos.
Tristes pies solo andan tras tus pasos,
otra vez, tanto duelen los rechazos.
Ya caen, los deseos miedosos;
a la par, de monedas en los pozos.