Nos mostraba el cielo azul en cada día,
con valentía ocultando el desazón,
para que siga intacto la candidez del corazón,
y hasta simulaban inexistente concordia.
Cuando no dimos cuenta que nada era real,
nos revelamos y quisimos gritar, mentirosos,
pero las palmas en la espada fueron hermosos.
La vida nos mostró que algún seremos igual.
Caemos en la cuenta al descubrir la verdad,
que todo esto es una cadena interminable,
y que conservar la inocencia es inobjetable.
Al final damos gracia por tanta veracidad,
a nuestro mayores por el valor y entereza,
cuantos ocultan por cumplir tales proeza.