Cual ola que bramando muere
a la orilla del mar
es mi llanto cuando en tus ojos
una chispa de amor espera encontrar
y, al perderse en tu vacío,
me precipito a un mundo perdido
del cual no puedo regresar.
Cual irrefrenable cascada
son mis lágrimas cuando, derramadas,
esperan hallar un manso estanque
donde reposen tranquilas
y, al hacerse eterna la caída,
siento como si me asfixiase el aire.
¡Oh, cruel destino que se ha vengado en mí,
irreparable daño, incurable herida
que no me deja vivir!.
Tu mirada azul y airada
penetra como un relámpago en mi alma,
fulminándola, acabando con la serena
noche de mi esperanza,
acrecentando la triste pena
de un corazón que ya se quebranta.
Tú, Leandro, que intentaste con valor
atravesar un mar contigo embravecido,
ayúdame a surcar este corazón endurecido
para transformar su odio en amor.
Tú, Leandro, que para obtener el amor
que te habían prometido
te enfrentaste a una terrible tempestad
poniendo tu vida en peligro,
ayúdame a avivar el fuego
de esta llama casi extinguida
que, si se apagase,
con ella, se iría mi vida.
¡Oh, cruel destino que se ha vengado en mí,
irreparable daño, incurable herida
que no me deja vivir!.