Mis ojos son el mar llenos de ternuras,
Con la fragilidad, de su onda etérea y mustia,
Te brindan en su retina, las espumas,
De un alma, enferma y pálida que te busca.
Mira que ya no miro tanto el esplendor divino,
Permíteme decirte que te adoro, y es magnífico,
En realidad no son mis ojos tal hechizo,
Para el éxtasis del santuario de tu signo.
Humedezco mis ojos con un suave delirio,
En esa luz que se cruzó por nuestro destino,
Sin pretender robar tu diamante blanquecino,
Solo pretendo infundir en ti, mis pobres trinos.
¡OH! cúpula del cielo, con tu rayo súbito,
Abre los deslumbrantes crepúsculos,
Penetra mi pecho, con el oleaje mudo,
Deja que mis ojos sequen sus hermosos diluvios.
Bañada está la rosa del rocío,
Permítame grabar sus pétalos que ya declinan,
Y guardar su aroma cuando vaya sin tino,
En la dulce aflicción de tu esencia constreñida.
Para Tí Solecito, Con mi mejor afecto, cariño y amor fraternal. Janet Londres