Fui el Niño más Obediente.
También el más Protestón.
Tenía fama de Bueno.
Más fama, aún, de Gruñón.
Cuando me mandaban algo
Iba y corriendo lo hacía.
Pero iba refunfuñando.
Refunfuñando volvía.
Y mi Abuela me decía:
“Hijo, para ser un Ángel,
Te falta que te sonrías
Cuando mis recados haces.
Mas por todo, Niño Mío,
Despotricas. Despotricas”.
Los reproches de mi Abuela
Yo impasible soportaba,
Y así se los rebatía:
“Yo gruño, pero obedezco.
No mires, pues, mis protestas
Y júzgame por mis hechos,
Que solo por darte gusto
Hago lo que no me gusta.
¿Quieres que, encima, sonría?.
Si me diera gusto hacerlo,
¿Qué méritos que tendría?.
¿Acaso por Otros Niños,
Abuela, me cambiarías?”.
Lo que a mi Abuela decía,
Cuando sólo un Niño era,
A Ti, hoy, Señor, te lo digo,
Aunque un Niño ya no sea:
Perdóname mis Protestas
Y ayúdame a que sonría.
Por muchos años que tenga,
Por muchos años que aún viva,
Siempre seré un Niño Grande.
Y por muy grande que sea,
Siempre verá en Ti a Mi Padre
Y a Ti acudiré en mis Penas,
Para que en Ti se me calmen.
Nunca habÃa leeido algo que me calara tan hondo el alma,escribes muy bello,además me identifico mucho con tu poema SIGE ASI!!!!!!!!!!!!!!!!!!