Te nombro...
en las bicectrices atentas
y en los gnomos perfumados,
en la dejadez de un
domingo por la tarde
con sus lirios mustios,
con la lluvia en tus costados,
te nombro...
sin la cordura,
sin las vendas en los ojos,
sin el dolor de haberte
perdido,
casi al desvelo de una noche
tragicómica,
con tu olor en mis olores,
con el manto desesperado
de una voz que te murmullo,
te nombro...
en mis grises,
con las manos del poeta
dibujando en tus geografías,
te nombro y me acallo,
porque sé de ti, cuando,
la calma de mis madrugadas, sacude las borracheras del alma,
que se niegan a olvidarte.