Es un dardo certero,
El comentario malintencionado
Contamina el alma del poeta inspirado,
Al punto de turbarse cual neófito maromero.
Su pluma es el arma fiel,
Los versos su mejor escudo
Posee la sutileza como saludo,
Para evitar que los dardos hieran su piel.
Acude pronto a la mesura,
Se sabio y tardo para la ira
Ilumina al rincón con las notas de tu lira,
Y deja para los críticos la amargura.
No mancillemos a nuestro rincón,
Templo sagrado de la bella poesía
Si no te agrada lo publicado este día,
Calla, no digas nada no manches tu corazón.
Ángel R. Anaya