Te miro azul de tan lejana,
Tan tibia en tu resplandor,
Tan a la otra orilla de mis manos,
Que acaso, hoy, yo deba agonizar
En tu mortecina luz.
Abrazarme al último soplo,
Al último halito de esta vejez incurable,
Y marcharme indolente por una huella
Que ha trazado el desgano de los días
Y de las muertes y de mis sombras.
Refugiado allí, en mi total intemperie
Quizás empiece a marchitar lánguido,
Como un sueño en el crepúsculo,
Destrozado en mil partes, en mil sueñitos,
En esa marea turbia que no puedes ver.
Te miro azul, azul como en un recuerdo
De saber que no ocupas este, tu lugar,
Estrella que un día, resplandeciste
En la opacidad de la noche oscura,
Eterna, cerrada, fría, fría, fría…
Sergio Damián Vidal