Silencioso el claro día agoniza.
El Sol se pinta de rojo al momento.
La luz se apaga, cede en el intento
de aclarar sombras que caen de prisa.
Este vaivén constante se eterniza,
inexorable, sin impedimento;
el tiempo ha suscrito, en su movimiento,
que la obscuridad también se agiliza.
Así, constante, la existencia pasa,
agoniza cuando su sol fenece,
con propias sombras, al punto, se casa;
lo que fue su luz se acaba, oscurece;
el umbral, desconocido, traspasa;
la desconfiada duda se estremece.
Martín Fuentes Castillo.