Los ojos preciosos,
Pintados por breas
renegridas de por vida,
en la burlona oscuridad
de abismos culminados,
y envidiando el brillo
de sus castigados.
La delata el aliento agitado,
Y sus pechos inflados,
En la extrema situación
de explotar el entusiasmo,
En la impaciencia juvenil,
Y la ansiedad virginal
De no ser jamás querida,
por capacidades diferentes
alejadas por los incapaces,
Sus manos provocan
En el reconocimiento
Minucioso de la boca,
pronta a morder bocado;
del hombre que juega
con cartas marcadas,
por el destino asumido
de ceguera, ya ignorada
y del ahora no importa.
Y la creencia inocente
de encontrar al hombre con las puntas de dedos,
de manos que buscan
la mueca de la entrega,
en la transpiración
del morbo que remuerde,
y que tímidamente se niega
al abuso del amor servido.
Las manos y boca bajan
Al unísono, para prender
la rigidez inevitable,
después de haber tocado
del otro ser lo imaginable,
y el hombre manso sin querer, .se entrega
a disfrutar del pecado.
Pero Luego el.
con el vuelo de los rapaces
se aleja sigilosamente,
en la cobardía floreciente
de los seres incapaces