Hace falta más tiempo
para elegir la ropa que voy a lucir,
para combinar colores y diseños.
Debería relucir el corte de pelo,
camisa y corbata,
pantalones a juego
y zapatos embetunados.
Asomarme al mostrador de la caja rural
y sustraer el subsidio
que me permite vivir gracias
a los presupuestos generales del estado.
Un estado en decadencia
que afina el céntimo en propinas cuando invitan a opíparos comensales
que viajan en clase turista bajo un bono que les permite el libre acceso
que reducen en llamadas telefónicas y optan por aquellas que son de tarifa directa
que las cuartillas, utilizadas para combustible, disminuyen,
decidiendo subir el confort mediante calefacción a gasoil.
Que los suministros, en general, han menguado,
utilizando un único bolígrafo azulado
para resaltar cantidades positivas.
Estando las cifras negativas encubiertas
por no tener otro color,
que debiera ser rojo o colorado.
Que bueno que tenga el bolsillo lleno, gracias a las previsiones del gobierno.
No me importa mientras que el cajero me reconozca,
mientras que la cantidad a administrar no suponga menguar en mi calidad de vida.
Lo cual me llevaría a restringir la contabilidad
para dar alimento al presupuesto extraordinario del estado
que no acierta en su criterio contable
y que como su nombre indica es indecible,
incondonable y razonablemente preciso en su cuantía
aunque vago en su explicación cuantitativamente hablando.