Era el pan nuestro de cada día,
el que introducía por mis venas,
aquel que me hacía olvidar algunas penas,
y me sumergía cada vez más en la agonía.
La que me brindaba momentos de felicidad,
y me alejaba de mi constante tristeza,
pero luego de pasar por su grandeza,
hacía que fuera más crítica mi soledad.
Qué sensación tan rica al poderte utilizar,
aunque en ese momento raro me viera,
y me volvía más rudo que una fiera,
si en ningún lado te podía encontrar.
Eres lo más importante de mi vida,
porque nunca te he dejado de amar,
por ti sería capaz de robar y de matar,
por tan sólo tenerte a mí adherida.
Llegaste por producto de mi ignorancia,
ya que siempre pensé que serías pasajera,
y aunque te culpen de arruinar mi vida entera,
siempre te amaré y te buscaré con ansias.
Mis amistades no te supieron entender,
y mi familia contigo nunca pudo,
y aunque tú me tenías casi mudo,
cuando te tenía te podía comprender.
Sólo éramos tú y yo en la vida,
ya que mis amistades se fueron como quisiste,
y a mi familia poco a poco desapareciste,
haciendo que sin notarlo aumentara mi herida.
Por estar contigo de primavera a invierno,
no le hice caso a la voz de Dios que me llamaba,
perdí a todas las personas que yo amaba,
y terminé consumiéndome en la desdicha del infierno.
Por: Efraín Trinidad Rodríguez
“PoetaDeDios”© Morovis, P.R.
27-septiembre-2004.