Silencio compañero, atruenas en el forjado acero
delinquiendo en mis sueños
como el mesías del eterno pasado.
Puede que mi aura se detenga en una colina
con miradas al horizonte más próximo,
que el rezagueo del viento deposite sus alientos
en la húmeda piel marinerada por los amaneceres.
Quisiera que cumplido el ser viejo
la melodía de los días sean como el ruiseñor
que se posa en mi ventana cada mañana.
Estos años, querido tiempo, estos largos años,
querido tiempo,
me he preguntado por los avatares de los sueños,
del por qué en los adentros de las lágrimas
la tristeza y la alegría comparten sentimientos,
¿y el amor de unos besos?
Se deshacen en el aire con olor a perfume.
Estos años, querido tiempo, estos largos años,
querido tiempo,
descubrí que al mirarme al espejo
no son las arrugas que te hacen más viejo,
quizás el próximo otoño, al caer las primeras hojas
renuncie a mirar por la ventana cada mañana.
En este escueto diario, brezado al roció del cariño
arrincono este antorchado silencio misterioso
que viene a conquistar mis sueños, a pronunciarse
en mi nombre y poner fin a mis letras.
En este escueto diario, anhelo la concordia de unos besos
que hoy recuerdo como si el pasado
fuera un retroceso al futuro.
Estos años, querido tiempo, mis lágrimas han naufragado
en los mayores océanos y mares
han quedado atrapados en los más altos rascacielos
y en los remotos continentes,
estos años, querido tiempo, mi aliento a renunciado
a que los besos aniden en la ventana cada mañana.