Un viejo tren,
apostado en la estación
de los besos robados,
a la espera de la orden
para la siguiente partida,
mas se acerca el momento
y el mas bello pasajero
mira a un lado y a otro.
El viajero encapuchado
conoce al viejo tren
y la maquina antigua
lo desea tener;
este distinguido viajero
como nadie sabe
las piezas del tren
sean buenas o malas,
ligeras o pesadas,
dulces o amargas,
distintas o extrañas.
El ruido estridente
del silbato del tren
marca la cercana salida
y al pasajero mira;
el pasajero quizá no se fía
del viejo tren...
o espera a otro viajero
que desea con desdén.
Los maquinistas hacen sonar
el silbato de nuevo,
sabe que hay gente
esperando no muy lejos,
el tren no funciona
no avanza, ni se marcha;
el tren mira a la persona
indecisa todavía.
Los maquinistas golpean
e insultan al tren,
maldicen su mirada,
pues no se aparta de él.
El tren mira hacia adelante,
vuelve la vista atrás,
sabe que sino avanza
su cuerpo destrozarán.
Sabe el tren viejo
que nuevos viajeros verá,
pero también conoce
que como el no serán.
Quedan pocos minutos,
en papel para que marche
pero son días contados
en las jornadas venideras.
El viajero se levanta
a un lado y a otro mira,
quizá duda todavía
o sepa lo que hará.
Un viejo tren,
apostado en la estación
de los besos robados,
a la espera del echo
que marque su partida.