El viento es niño misterioso
que no se ve,
pero muestra su forma
en los que bailan con él.
En las flores curvas se adivina su sien,
y su mano en los hombros
dorados de la mies.
Su danza en el vaivén de la rama se ve,
en las hojas humildes que le siguen
y en las que van delante de él.
El viento es un niño que vuela
hasta el atardecer,
rozando las estrellas
que empiezan a prender.
Llega al jardín
y hace cosquillas al laurel
que levanta los brazos
y los deja caer.
Besa a una rosa su mejilla,
que sorprendida se ve.
Y se sacude los pies
con un plumero del clavel.
Juega a la ronda con las hojas doradas
y con las ninfas de papel.
Y, ya en la tarde, en los rincones,
se le siente aún bailar, volar y correr.
Humberto Reyes H