Andaba la calle sola,
con sus muñecos de cera.
Tras un blanco se escondía
la mañana embustera,
guardando su voz,
una música lejana….
Quedaron atrás las manos,
muertas por los quites de la nada,
y mi alma ya no estaba…
se fue tras el sonido
que el viento regalaba.
Calzaba la añoranza botas de trueno,
relampagueaba el amor
entre esquinas desiertas,
y una voz… se apagaba
escuchando el silencio de la noche.
La ausencia de lágrimas
no ayudaba a la lluvia.
Te fuiste…
chocando con las sombras,
como un aullido,
dejaste a tu silencio perderse
en esa despedida de la tarde…
Y seguían pasando los cadáveres,
en ruedas del espanto,
desolando a la mañana.
El frío revelado de la noche
bailaba sollozando de puntillas,
platillos de una música dejada
en ese instante, de un día cualquiera…
Tu estela se perdió con la mañana,
muñecos seguían paseando,
con el frío que se tiñe de la escarcha.