Dame la mano, amiga
y recorre conmigo el brumoso abismo
que a cada paso se abre ante mis ojos;
dame la mano ¡te lo imploro!
o recoge cuando pases mis despojos
deshechos en la zanja del olvido.
¡Olvídate de quién fui,
de lo que arriesgué, de lo que perdí:
adversario, enojo, alegría o desatino!
Alto en mi tumba coloca un escabel
donde reposen de Dios o tuyos los cansados piés,
pero mi mármol no dejes sin inscripción
y una oración eleva desde mi nicho...
Te lo ruego, ¡dame paz!
Conmina que un día de luto vistan
por el alma que cayó al foso, a mis amigos;
sin prisas, sin ruegos, quedamente, sin sonido...
Por ello las gracias te daré
y seré tu intercesor, si como el mío
ese -Dios no quiera- es tu destino.
pio espejo