En este instante me veo perplejo ante el inmenso océano imponente delante de mí, sin entender como puede albergar en sus aguas tantas cosas, que por lo demás ni le son de utilidad para si mismo, sino que dañan su interior.
Miro al cielo y le pido que me haga saber los sentimientos que lleva dentro de si este gran coloso, que agita su cuerpo de lado a lado, danzante en medio de este mundo aproblemado por nosotros.
Quisiera sentir la suavidad de sus manos acariciando mi rostro, haciéndome la vida feliz solo con verlo moverse y dando las respuestas que siempre he necesitado, en ese único lugar, que solo a lo lejos se ve y no se puede alcanzar.
Haz de mis problemas y augurios una mancha en el fin infinito de tu horizonte largo y extenso, y en tu anchura perfecta permíteme descansar recostado sobre quien me diera la vida que tengo ahora, tu padre y mi padre, nuestro DIOS amado…