UNA NOCHE EN MADRUGADA

Lentamente, tibia en sus comienzos, la tarde fue colmándose de urgencias tremendas en el continuo devenir de mil sueños sin historia; leve en su aparición y enredada entre silencios que pugnaban por la vida, iba el atardecer trastocando en desvelos el terso amanecer de una locura. ¡Deseo o angustia! ansiedad insospechada por hallar entre la penumbra aquel sosiego primero de los versos resbalando en la piel: piel húmeda de tanto aguardar, detenida tras las sombras, la ausencia inacabable de caricias embravecidas por la lujuria alucinante, e insolente, de esperarla en la agonía. Inertes, ya sin formas en el tiempo, emergen los anhelos retenidos procurando llegue el ocaso de la horas aún no idas, para despertar renacidos en el placer y en la desesperación de dos cuerpos aferrados, por el centro, en sus deleites. Sublevadas, las manos van recorriendo aquellas páginas escapadas de otro libro en blanco para dibujar en sus querencias el idioma mágico, casi inventado, y toda la ternura nueva de una noche en madrugada. ¡Deseo o angustia! Mi forma distinta de pensarte a solas.