Entre en aquel espacio tan tuyo, muy asustado,
acusaba recibo por mi lento juicio amodorrado,
me repetía constantemente: ten mucho cuidado,
se mesurado; te vi y solo pude ser apasionado.
Me invitaste a tomar la plaza frente a ti,
al hacerlo inmediatamente, no me mentí,
mi ansiedad era mucha y tu belleza la exigía,
casi tanto como mis ojos a la antropofagia.
En silencio nos miramos uno frente al otro,
mientras nuestras manos se unían al centro,
la claridad en nuestras mentes era evidente,
el brillo de tus ojos me envolvía vorazmente.
Y sucedió algo mágico, tus manos no se alejaron,
las mías llenas de alegría te acariciaron,
te besaron a su manera, con tu cuerpo se fusionaron.
El silencio se rompió con nuestros desesperados besos,
de lo oculto, salto hacia la luz a nuestro encuentro
la verdad que tímida nos había visto amarnos en silencio.
Entonces, los muros cayeron, el cielo se abrió al universo,
aquel edificio infausto floreció libremente y este verso,
cobro sentido ante tu besos sobre mi piel, bien dispersos.
DRQCO