Ciegamente, es verdad que te vi;
que sedienta y estéril opiné tu existencia.
Ciegamente te vi y olvidé tu belleza,
y el horror de tu muerte me rondó la cabeza.
Te sospeché postergado por los todavía,
entre incorruptibles y falsas promesas;
en los anuncios olvidados en mensajes
de políticos y campañas de la colecta.
Ciertamente esperaba tu muerte inminente,
e imaginaba tristezas y contriciones tardías.
Me inventé cabalgando entre árboles truncados,
vestida con terno de pájaro a la deriva. …Así te veía, ceniza al viento, en esa franja
entre desamparado y exhausto, recóndito;
donde el canto se hace hueco del vacío
y el hábitat no encuentra columnas para apoyarse.
Pero no todo ha de terminar en desvarío.
Complacida, esta mañana de domingo, he gozado
de un placer radiante, inusitado. Palmo a palmo,
alegre y desbordado, de vida naciente te has llenado
Hasta el cielo, conmigo, de júbilo ha llorado.
Renace y se renueva la estampa creadora
No se llora tan solo en estado de tristeza,
a la luz de la esperanza, también se llora.
Te han abierto las vedas a nuevos brotes tiernos.
Te han llenado el campo de músicos cantores
Y a tu suelo le cubre un tierno manto nuevo
que otorga a los pinos matiz de mil colores.
Rostrogordo renace al son de primaveras
con el agua caída en este abril lluvioso,
en un campo reseco que apenas respiraba
dando gritos de sed en medio de la nada.
Hombro a hombro nutrimos estampas reclinadas
No olvidemos que somos sustancia simplemente,
que luchamos, giramos, tornasol de madrugadas;
porque Dios soberano deriva la belleza.
Aprendamos que somos anexos de la vida
que renace generosa al son de las cruzadas
A la hora del ángelus también a nos le aguardan,
mientras tanto, cuidemos del bien que nos otorgan.