En frágil momento de soledad,
mi cuerpo se entretiene dipsómana,
enredándose en trenzada sábana,
sudoroso arañaba la nada sin piedad.
Tu llegada amor, fue oportuno,
me liberaste de los dioses perdidos,
cuando vesánico estaba aturdido,
en los agitados bailes nocturno.
Desde el día que divisé tu silueta,
mis ojos se pegaron en tu piel canela.
En persona me acerque con cautela,
con aliento a menta, di mi propuesta.
La esquina hiriente blasfemia me grita,
que vuelva al pecado aun me incita.
Autor: Alcibíades Noceda Medina