Paseaba entre las ánimas
Dando el toque postrero,
Y guardaba silencio en la simas
El triste sepulturero.
Y yo siempre me sentaba allí,
Alimentando de él mis recuerdos.
Yo siempre tocaba presta el violín,
Con mis ávidos dedos.
Triste Réquiem que compuse para ti,
Junto a mis últimos rezos.
Lloré momentos antes de verte partir
A un lugar de infiernos...
Hace tiempo que a mi misma me prometí,
No volver a aquella, la morada de los muertos.
Hace tiempo que lo debo de incumplir,
Porque de mi no puedo apartar tus recuerdos.
Pues la gélida brisa de la mañana,
Me trae en su vuelo tu dulce aroma.
Pues los rayos primeros, en la alborada,
Acarician cual tus manos, mi sueño.
Y tumbada en la cama
Abrazo mi almohada,
Y siento que dentro no tengo nada...
Sin ti, marchitada.