Sentado sobre el eje móvil del tiempo pasado
cual árbol caido, enfermo de soledad,
siento nacer la noche en tu mirada vacía
y en mi pecho se agolpan mil recuerdos,
recuerdos de amores pasados, ya marchitos
que marcaron la soledad de mi presente.
Rechazo sentimientos de seda y rosas,
ya no habla el corazón por mi mirada,
habla el gesto torpe de mi cuerpo
con voz tenue de paloma maltratada
y el sollozo mordiendo mis entrañas.
Siento al pensar tu cuerpo abandonado
mil sensaciones que analizar no puedo,
resonancia vaga de una estrella lejana,
sutil contacto de mi mirada hambrienta,
deseo exacerbado que me embruce
acallando brotes que gritan rebeldes.
Ah, el deseo, relámpago hueco,
puerta invisible que me lleva a la nada,
temblor convulso en mi negra noche,
obscuro repicar de alma atormentada
surcada por el viento gris de mi tristeza,
prolija selva solo habitada por la fiera
que pugna por liberarse de mi consciencia.
Ando a ciegas por el corredor vacío de tu mirada
y me oculto en el suave declive de tus pechos,
busco febril el oasis perfumado de tu instinto
y cruzo la frontera que me enlaza a mis ancestros
dando rienda suelta a mi sentir salvaje.
Ah, el deseo...
pasión incubada en la noche de los tiempos,
rota a intervalos por los gritos de mi yo dormido,
no caben palabras, los hechos se desatan,
te tomo y te muerdo, te humillo, te degrado,
penetro tu cuerpo y desgarro tu alma
y me hundo en el fango de mi desprecio.