Ahogada estás de muerte por el miedo,
de muerte cotidiana y miedo eterno.
Tienes miedo de casa y muerte en celo,
sólo hay celos y muerte, muerte y miedo.
Esa es la vida rota que te queda
después de tantos años, tantos sueños.
Tanta ilusión quebrada en el empeño,
tanto dolor de amor, tanto silencio.
Tienes el alma a golpes reventada
de violencia velándote los ojos.
La ansiedad te devora y se alimenta
de tu amargura, tu espanto y tus sollozos.
¿Qué pasó con sus manos amorosas?,
aquellas que te abrieron a la vida.
Hoy ya, tan solo, son armas feroces.
Se escapó la pasión por tus heridas.
Cuando quieres huir te falta mundo
para encontrar un hueco en que esconderte.
Es su sombra la madre de las noches,
y es escaso el azul para perderte.
Pero no está tu paz en la distancia,
no busques en la ausencia tu refugio,
haz tuyo el sol vibrante de arrogancia,
que lluevan vuestras quejas en diluvio.
Que salten libres corazones fuertes.
Que la quietud invada las mañanas.
Que aflore libertad contra la muerte.
Que acaben los tornados de amenazas.
Cuando un grito doliente se desgarra
sin posibilidad, siquiera, de ser visto,
la sociedad ruin que nos ampara
se esconde tras un manto de sigilo.
Ya basta, pues, de tanta hipocresía,
ya basta de terror y soledades,
que salgan a la luz las agonías,
que vuestra es vuestra vida, no de nadie.