Ayer te vi llorar y me dio tanta pena
al verte destruida, horrible y desolada
cual mujer orgullosa mordiste tu impotencia
al verte caída y sin poder hacer nada.
Antaño tú tan bella, sonriente y pudorosa
anidabas en tu suelo una gran actividad,
cual robusto árbol que en sueños el Rey de Babilonia
miraba dar su sombra a toda la humanidad.
Tus hermosos rascacielos, orgullo de la tierra
se elevaban impetuosos al cielo cual doncella
como queriendo acompañar al Padre en su santuario
como queriendo dejarte por los ángeles mimar.
Y es que eras bella, ciudad fuerte y majestuosa
en ti se aglomeraba la alta sociedad
los negocios del mundo en ti se registraban
y de tu suelo salía ayuda a la humanidad.
Mas de pronto todo sucedió como una pesadilla
tras una bola de fuego, como una bomba letal
herida te inclinaste, todo se vino abajo
tus columnas tan fuertes, tus pisos de cristal.
Las horas horrorosas, los minutos tan grandes
el tiempo que un momento se quiso detener
los ángeles, las brisas no vinieron en tu ayuda
y viste caer a tus hijos aquel amanecer.
Las mentes miserables, tal manos asesinas
seguirán quitando vidas, tal vez sin comprender
que el mundo se desangra, que se acaba la vida
que la humanidad triste vaga sin nuevo amanecer.
El tiempo que ha pasado aún no cura las heridas,
las heridas profundas no se quieren secar
la tierra, mi amada jamás olvidara aquel día
que lloraste una mañana fría e infernal.
¿Habrá alguien tan ruin que en tus heridas ría?
¿Estarán los barbaros atilas celebrando tu soledad?
¿En dónde está lo tierno? ¿en dónde la frescura?
Dios mio a donde marcha la triste humanidad.
Te juro que jamás te había amado tanto
jamás senti ese aprecio aquí en mi corazón,
ven y lloremos juntos con este corazón fiero
que las lágrimas saladas nos hacen más luchar.
Ayer te vi llorar y me dio tanta pena
que hoy quiero acompañarte en tu horrible soledad
despues de aquella triste mañana, compañera,
mi ciudad majestuosa, mi niña caprichosa
si no tienes tus hijos, jamás será igual.
El mal que te han causado Dios pueda perdonarlo
y por más que pase el tiempo jamás podre olvidar
que te vi llorar, cuando te vestiste de cruces
apagando tus luces, tu fuerza, mi niña de cristal.
Marco Senmache Rodríguez
Perú