Si llegaras a cansarte de amarme, no te lo calles.
Dímelo, escúpelo, grítalo; pero por Dios, no enmudezcas.
Yo entenderé tus razones y vagaré por los valles
y aceptaré tu rechazo para que tú no padezcas.
Es muy probable que llore;´pero no me compadezcas.
Me esconderé de tus ojos para que ya nunca me halles,
porque mis lágrimas, niña, puede que no las merezcas.
Si de tus ojos se escapan las tuyas, ni te los talles.
¿A dónde voy sin tus besos? ¿Sin tus caricias a dónde?
Sin tu cariño, mi cielo, mi vida pierden sentido.
Trabajaría de asceta con mi desierto a los hombros
donde las víbora habita, donde la cobra se esconde.
Ya nunca más un poema, ya nunca más un latido;
ya sólo las telarañas de mi dolor en escombros.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC