Me entrego al vieto,en el desierto,
me brindo al delirio,siempre en aumento,
y guardo de mí,un desaliento,
para que lo esparsa feliz el viento.
Cada lugar es sufrimiento,
que puedo asumir,más siempre lento.
Ya veré como hacer para evadir,
pues de mi destino,no puedo,huir.
La soledad tal vez es el destino,
que marque para siempre mi camino.
No importa si de día o de noche,
mi corazón y mis manos yo derroche.
Se han destrozado en mí las esencias,
que me dejaron,tantas presencias.
Serán ahora diferentes, las vivencias,
pues moran aquí,tantas ausencias.