Son como hijos los propios poemas;
los cargas por dentro largo tiempo.
Como ellos los otros son prodigios,
que quizás olvidaras estando muerto.
Son los hijos, hueso de tus huesos,
sangre de tu sangre, carne de tu carne.
Y los poemas son tu esencia, tu seso,
tu espíritu, tu desvelo y tu desgaste.
Como a bebés los ven sus padres,
sin defecto, preciosos, amables,
de tus versos bien quisieras que hablen.
A tus hijos, ajenos, felices los hacen;
ellos te dejan…se van a otros lares.
Propios son tus versos si ajenos los haces.
West Jordan, Abril 15, 2006 4:00 a. m.