Aún recuerdo (con nostalgia)
aquellos lejanos días
en que no me dolía nada
de mañana, al despertar.
Pues yo solía caminar
kilométricas distancias
con energía en abundancia
y sin tener que descansar.
No usaba bastón ni gafas,
no requería de pastillas,
ni me dolían las costillas,
reducidas a piltrafas.
Era joven, ¡sí, señor!
"me bebía la mar de un trago"
y "me comía a puños el mundo";
hoy resiento los estragos
de aquel vivir errabundo.
Contemplaba a las mujeres
con famélica mirada
y no pasaba por mi mente
que, en un futuro inclemente,
mi ambición fuera burlada.
No había nostalgia en mis sesos,
no había llanto ni fatiga;
no rechinaban mis huesos
ni hacía ruidos mi barriga.
Qué distinta es hoy la vida
en que, a cada paso que doy,
me sofoco y cada herida
me recuerda lo que soy;
ahora ya me conformo
con sobrellevar el "hoy".-
Eduardo Ritter Bonilla.
Nunca habÃa leeido algo que me calara tan hondo el alma,escribes muy bello,además me identifico mucho con tu poema SIGE ASI!!!!!!!!!!!!!!!!!!