Tapaba el cielo sus transparencias
con las lágrimas de las nubes grises de las apariencias.
Caían copiosas, acariciando las sonrisas vanas y frías.
Se abrazaban las palabras en las bocas inanimadas,
jugando a ser inteligentes, entre lenguas y dientes,
luchando entre mordiscos y dentelladas de jauría humana,
a medio consumir, como cenizas de cigarrillos en manos ajadas,
trémulas, viejas, cansadas, vacías, sin alma.
Por eso el cielo se tapaba con su mortaja,
mientras en las aceras, los de las huellas se cubrían
con el paraguas de sus hipócritas leyendas de poder,
de dueños de conciencias.
En los charquitos navegan los pequeños barquitos
de los atacados sueños, entre suspiros de tiempos muertos,
agarrados a las piedrecitas que el viento suelta del asfalto mojado.
La agresividad y la mediocridad se ríen
de su esfuerzo cansado de luchar,
sabiendo de antemano quien ganará.
Juegan a ser los dueños de la humanidad,
que duerme en su lecho de indiferencias y pasmosa realidad.
Tapaba el cielo, pues, sus transparencias para no ver, ni saber,
por no llorar... con las lágrimas de la verdad.
Angeles Vadillo