Cea la mañana, con un sol de cristal recubriendo
los espejos,
En las sombras de un cuarto a media luz,
Con las sillas dadas vueltas, el patio desolado y
la calle que ya no resiste,
Las respuestas se esconden en los recovecos de un
pasado,
Y en una canaleta, un papel con mi nombre se
disuelve en la nada.
Si doy marcha hacia atrás, puede que caiga,
Si mi camino pide continuar,
Puede que tampoco tenga sentido,
Puede que ya todo acabo y el correo no llego, para
avisar dicho hecho,
Puede que yo soy lo que ni el espejo me demuestra.
Lejos está la estrella, la más bella de una
constelación invisible,
Sumergida en un mar de agua lamentosa,
Que empaña sus esquinas con sales de heridas,
Y sobre los efímeros puentes de su cauce, se
marcha sin preguntar,
Ni la hora, ni el por qué.