Casi nada,
fue como a pedacitos, sin darme cuenta.
No recuerdo ya, pero hoy adoro los que ahora recojo.
Puede que como antes, como siempre
y aunque no tenga vestimenta militar, ni posibilidad de lucir en desfiles,
a solas, admiro lo recaudado como parte de mi persona
que como ingrávido me hace recorrer
por allí y por allá según las leyes naturales.
Son pedacitos de sentimientos, descubiertos desde que me alcanza la memoria
y que afloran con tan solo un “buenos días”;
me hacen responder con la mirada esquiva o con alguna lágrima,
con una sonrisa o quizá, con una pesadilla.
Me gusta recogerlos, sin importarme el color.
Oí de una persona muy querida
que hay que andar con una mano cerca del suelo
y con la otra en dirección hacia el cielo.
Mis manos, que no supieron aprender, están vacías.
Yo hasta ahora no me he encontrado nada.