Oposición...

Hoy pasé por el lugar
donde amé por primera vez
tu sapiencia
y elocuencia.
Noche triste aquella,
carente de estrellas
y celosa como solo ella.
Sabía que algo grande se iniciaba,
de amargura
y de dolor tan profundo
lloró aquella noche descarada.
Para colmo en el lugar
donde se daría la reunión
no habían muchos inquilinos
y fue así como el salón
solo dos lo compartimos.
Pues no contenta con semejante privilegio
para los gestores de aquél “sacrilegio”
se decidió a llamar a sus amigos rastreros,
quienes ni cortos ni perezosos
llegaron para ser parte del festejo.
Tus ojos y los míos quedaron perplejos.
Pero eso no era impedimento
para asfixiar el sentimiento.
Al no lograr su cometido,
la celosa recurrió a otra artimaña:
-ya pronto será mañana-.
Las luces se apagaron como por arte de magia,
pero la tonta no sabía que más romántico lo hacía
pues a la luz de las velas el amor hacía magia.
Furiosa e iracunda retornó la energía
y siguió su llanto que más fuerte se sentía.
Se cansó y esperó.
De pronto una maravilla ocurría
dentro de toda aquella oposición
de celos y agonía;
todo encajaba en perfecta sintonía.
No pudo más y volvió a azotar;
la cuenta se debía pagar.
Rayos,
¡qué barbaridad!
¿por qué no nos deja en paz? -Las luces se han de apagar
y pues, se deben marchar-
La pequeña ignorante
no sabía que aquello que más temía
era lo que se establecía,
y después de esa noche
con más ansias te querría.