Ni las horas más amargas
Ni los cielos más oscuros
Dejarán a mi corazón dormitar
En las subterráneas cóncavas del olvido.
Ni la muerte sabrá a donde me fui a morir.
Muerte fría, arrabalera
De cuando en cuando
Simula arrebatarme el tiempo y el consuelo.
Sabrá ella que mortajas serán para mí:
Yo, pobre esqueleto, armando mi armadura,
Yo, triste presidiario, imaginando mi libertad,
Yo, corazón hueco, dibujando mis latidos.
Donde la noche cae,
Cae justo en mí.
El silencio extorsiona
Con su mordaza de hielo.
Al límite de la razón,
La ilusión baila sin memoria.
Cuando la noche cae
Me marcho, me voy
No sé donde voy
Pero mis pasos no se detienen.
La luz del olvido
Que desmitifique las sombras
Se aferrara al último grito de mi agonía.
A pesar del cielo oscuro
O de la nube albina,
De las horas amargas
O del tiempo feliz
Morir no se parece a nada
Ni al frío de tu ausencia,
Ni al frío de tu ausencia.