Nacimos privilegiadas
con un regalo de Dios,
unas veces señaladas,
muchas otras ignoradas,
somos semillas de amor.
Como casi siempre pasa,
solo lo podemos dar,
y muchos nos califican
como dulces abejitas,
que su miel, no han de probar.
La recompensa que llega,
nos viene en otro sentido,
conocimiento y astucia
de manejar lo adquirido
y entregarlo sabiamente,
donde no quede perdido.
La tarea que ahora nos queda,
cada vez mas complicada
y en verdad que dura es,
entrenar a los que llegan
y a suplir al que se fué.
La nueva generación
trae un regalo mas fuerte,
cargado de bendición,
que en este duro momento
nos llega de toda suerte.