A Raquel y Horacio, agradeciendo
desde ese viejo afecto.
Las vertientes seguían sus cursos
y tal vez, como el Arroyo Partido,
una apuntaba al mar nuestro y la otra
cruzaba los Andes hacia el calmo mar.
Cuerpos y almas aún en lejanías
esperaban en desconcierto que la fortuna,
tras un sismo inesperado, cambiara cauces
para reunirlos en designios del destino.
Los afluentes alcanzaron la juntura
enlazando sus aguas para formar el gran río,
sin ardides de escolleras ni represas.
Llegamos así inducidos por amigos
que nos pensaron con cariño,
espontáneamente, como una historia de hadas y de gnomos que exaltaron
nuestras vidas, así. simplemente.®
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