Mirándola flamear, dejando sus bellezas tan lejos de el.
Porfiada de esplendor, que le estuca en el rostro.
Le caen mañanas, bastas y cercanas, a una época de besos.
Cuanto tiempo colgado de su única paciencia.
Inviernos que se trenzan de mano algún verano, la vida se le ha pasado, con marcas bajo su frente, que reciñe y aun anhela, que pregunta y aun no encuentra. Tanto amor a veces no basta a las palabras, mucho menos al destino.
El igual la ama, la ansía, la respeta, no rompe su cordura, se matan en lodo sus almas, esas que vuelan en su sueño. Flamea, su belleza, es crédito de reyes. Digno de una princesa, tanto esplendor que divulga, tantos dolores que causa.
Lejana, sencilla y plena, no ha de mirar jamás sus penas. Imposible, quizás no tanto, amor que de amar, se muere esperando. Ese que para todos no es digno. Ese que para tantos no tiene, ni tierra, trono, ni perlas.