Sedúceme...
en tu infinita paciencia
que con mi cuerpo tienes.
En cada segundo tuyo
y en cada resguardo mío,
sedúceme,
ciertamente y para siempre,
cuando te doy lo que pides
y me das lo que sientes,
sin prejuicios hipócritas
ni dichas paralelas.
Sedúceme...
en la desnudez caliente
de tu piel ceniza,
y no me dejes despertar,
no me permitas dormir,
no quieras que termine
esta noche inigualable,
de placeres contínuos
y caricias impenetrables.
Sedúceme...
e inserta tu cuerpo en el mío,
para dejarlos uno y
perdernos en el infinito
de tus silenciosos jadeos.