Letanía de la pesadilla de un Dios
Orgulloso de mi belleza, soy símbolo de pureza.
Encantado con mi inteligencia, soy perfecto,
Emocionado con mi insolencia, sin defecto,
Camino por la calle en alto siempre la cabeza.
Soy digno de una estatua de mármol, de un altar,
En mi nombre sería justo un boulevard nombrar,
Pues desde que nací los dioses se han empeñado
En mi parecido a ellos, y como tal fui bautizado.
Deleitado con la elegancia de mi rostro afeitado
Miro a cualquier hombre que la tierra ha pisado,
Y de nuevo me atormento con la misma cuestión
Para qué he bajado de los cielos a éste sucio aldeón.
Manipulado y convencido por mi propia perfección
He dominado y practicado el arte de la abominación,
Por ello rechazo a quien no le corra la sangre azul
O a quien no vista sus cuerpos solo con el mejor tul.
Enloquecido por la diferencia de la gente terrenal,
Solo espero volver al origen verdadero y substancial,
En el que mi imagen se borda en el manto celestial
Con un ciento de estrellas sobre el negro abismal.
Debe ser una broma que se me ha por Dios dispuesto,
Despertar entre los seres vivos y preferir estar muerto,
Debo volver a descansar entre nubes mis huellas frágiles
Y olvidarme de cómo compartí aire con estos marginales.
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