Te miro,
desde cada paisaje etéreo
desde cada barranca indómita,
donde el viento coaliciona
frente a mi alma sedienta.
Te miro,
desde las oblicuas
parsimonias
de algún clown cuya lágrima
enterneció cuerpos
fríos y mentes abyectas.
Te miro,
desde la lejanía insoportable
que mis dedos alcanzan, aún,
desafiando distancias y fortalezas,
allí, donde cada reflejo
de tu cuerpo
me desafía, sin mas preámbulos
que tu voz en mis oídos.
Te miro,
cuando acaricias tu cuerpo,
usurpando tus entrañas
en el hábitat de los amantes,
balbuceando mi nombre
rompiendo los esquemas
frotando la delgadez de tus dedos
en las oscuras cavidades
que algún día
explorarán mis ángeles.
Te miro,
y a veces desespero
tratando de descifrar los
recodos de tu cuerpo,
con la urgencia de buscar
la premura de los sexos,
el olor de tus húmedas virtudes
que gustaré inquieto
entre tus piernas ardientes.
Te miro,
y después, te elijo,
cada día, cada noche,
como el aventurero infiel
de tantas guerras perdidas
de tantas fugaces batallas,
en el derredor fugaz
de tus labios
en mi vientre!