Cuando sientas esa presión en el pecho,
cuando sientas que las paredes te envuelven,
cuando tengas cientos de demonios en un hombro
y en el otro a un solo ángel apuntando con un arma a su propia sien,
entonces quizás,
y solo entonces,
tal vez llegues a comprenderme un poco.
Al fin y al cabo pocos se preocupan por mí,
aunque algunos aparenten hacerlo.
Solo te interesa tu culo eh,
yo debería hacer lo mismo,
no comerme esta ansiedad,
no sentirme una mancha de vino en una camisa blanca,
no sentirme una hormiga con las antenas arrancadas,
perdido,
sin dirección,
pateando sueños,
y días,
y más tiempo de ese que nunca regresa,
y con constantes subidas y bajadas
carentes de ningún apice de lucidez,
queriéndome emborrachar esta noche porque sí,
pero sin dinero para hacerlo,
equibocándome en cada decisión
desde que me conozco,
fallando como tú,
con el mismo miedo que tú,
pero sin parecerme en nada a ti.
Que bonito sería huir de todo y seguir vivo,
nunca poseeré esa libertad,
fabrícate un abrazo a medida
porque nadie te dará nunca lo que esperas recibir,
¿y yo qué doy?
Tampoco lo sé ya a estás alturas del largometraje,
mis cuentas fueron hechas por un matemático que sumaba letras,
mi fe se la llevó un alcohólico que bebía zumo de piña,
mi hambre no la calman esos cerdos,
mi ánimo lo creo un boxeador mientras besaba la lona,
mi paciencia empieza a ser la del que tiene el último turno en una larga cola. . .
En fin,
que nada está en su sitio,
todo está desubicado,
nada y todo,
esa es mi eterna desdicha,
apagar la luz,
meterme en esa cama ya deshecha,
fumarme el último cigarro del día,
dejar de escribir,
y bajar los párpados como si se tratase de una sentencia,
es lo único que puedo hacer,
ahora no tengo nada más.