A ti, que he amado hasta la destemplanza,
escribo estas palabras vengativas
con tanto odio y ansias destructivas
que habrás de oírlas en la lontananza,
como se oye el sonido de las lanzas,
como se oye la sangre primitiva,
como se oye el veneno en la saliva
que destilan los versos de venganza.
Por ello, mujer, quiero recordarte,
que en esta vida no hay más que un descarte,
y en la partida no pusiste empeño.
Y es que la vida no es una bicoca:
También la tierra morderá tu boca,
también la tierra tragará tus sueños.