No quiero la herida del recuerdo
aplastándome el alma, ensuciándome
los sueños, revelando lo absurdo de mi tormento
No quiero lo lacerante de tu boca
expoliándome la voluntad, acusándome de
lucha perversa e inmoral
No quiero la estupida ignorancia de tu mirada
inquisitorial obviedad de mi verdad
hojas perennes del árbol de tus ojos sin alma
No quiero lo absurdo de tus palabras, cruel exponente
de la mentira, reloj de muerte, manecillas perversas,
precipicio polivalente de oscuras maneras
No quiero volver a la ignominia de unos clavos
horadando a tiempo completo, de una cruz que me hundió en
la pena, en un entierro absurdo del sueño eterno.