¿Dónde quedó la fuente que surtía
con aguas limpias, tibias y saciaba
mi sed de amar que nunca se agotaba
y al alma daba luz? ¿A dónde iría?
¿Dime, Señor, por qué se apagaría
aquella luz que tanto iluminaba,
la que a tu Amor constante me llevaba
y que esplendores sólo me ofrecía?
Después de cada noche llega el día,
después de cada sueño despertaba
y yo te amaba más, sin duda alguna.
Después de cada pena, la alegría
con rayos de esperanza me bañaba
y ahora estoy sin sed, sin sol, sin luna.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC