Vivo el despertar de tus ojos cada mañana
como si las horas del reloj improvisaran
una única melodía al rugir del viento.
Invento palabras cada noche, entre pensamientos,
intentando olvidar el drama de los lamentos
que se bañan en lágrimas de sal, en silencio.
Vivo en los ojos del mismo reflejo
camuflado en una blanca sonrisa
vulcanizada en mis adentros.
Y llueven agujas de metal, en mi ciudad,
las gentes de cartón
no oyen el paso del vagón.
Y llueven agujas de metal, en mi ciudad,
por donde danzo con pies de goma
como una estatuilla de cristal.
Vivo en el invierno, en la lumbre del corazón
donde el paraíso se convierte en tormento
por culpa de aparear a la razón.
Invento historias en mis sueños, entre los silencios,
depositando mis monedas de felicidad
en una hucha de cuatro dígitos y acero.
Vivo en lo más alto, en la repisa del miedo,
donde los pájaros chocan con el cielo
sin llegar a tocar el techo.
Y llueven agujas de metal, en mi ciudad,
las gentes de cartón
no oyen el paso del vagón.
Y llueven agujas de metal, en mi ciudad,
por donde danzo con pies de goma
como una estatuilla de cristal.