Como balsa pequeñita, como mar es piélago;
maquinal de la aurora en la que vago,
resplandeciente en la sal sobre denuedos
en que arrullo al sol de mis desvelos.
Como un signo de Dios que a mi llegara
en calma, y en el que yo firmara
sangre de ley en papel de aurora,
donde guarda su marca ya incolora.
Como un cristal de alegre y rara gama
sobre mi piel su transparencia me derrama
Como un reflejo de mar que me demora
o un rocío sin fin en cada hora.
Como la imagen diluida y clara,
o una estrella que siempre se mirara
en el espejo de lluvia no sonora.
Como gota con pena gemidora
en el pálido semblante del que amara
este dolor que enfundo con la cara.
Como salteo la caída del diamante,
vencido de lágrimas suspirantes,
rasgueo apoyada en la cordura
de la perenne apostura de la muerte;
usurpo al alma de su suerte
venciendo la caída de su altura.
En la insolente jerga de mi estilo
penan todas las historias,
para dejar impreso en la memoria
todo el calor y dolor de mis dilos.
No batiría ni un ápice mi forma
por revolver la lente de mi vidrio;
ni mostraría yo mi propio domicilio
si ocultara en el, la propia horma.
Aquí estoy, así, como te escribo,
sin más acervo que la idea carente.
No auguro nada, yo nunca timo,
soy yo, no vos, infinitamente.
! Yo no quisiera que me robaras,
esta libertad que me adolece!
Vida de mis días, de noche clara,
si no consto yo, nada me estremece.